En definitiva, nuestra propuesta preventiva es el revalorizar nuestro lugar y trabajo como escuela, y con todos los actores de la comunidad educativa, pero desde el eje espiritual que, se supone, dirige nuestro cometido pedagógico. Pues donde esa vitalidad espiritual no se transmite, crecen las posibilidades de favorecer las adicciones (así como otras patologías) y el vacío que las sustenta.
Sólo hay un verdadero vínculo educativo cuando la pasión por transmitir, la esperanza con que se anima esa pasión y la fe con que se la sostiene, están presentes en el docente, que entonces pasa a ser un verdadero maestro, con toda su resonancia evangélica (“enseña como quien tiene autoridad”, decían de Jesús Mt8,29). Su vitalidad invita a vivir, su gusto por lo que transmite, invita a gustar, y los paliativos frente al aburrimiento o la necesidad de evadirse pierden empuje. Hay un educere (sacar fuera) del maestro que vivifica y estimula el educere del alumno.
– En la institución escolar se pasan horas como dijimos, lo que allí se ve y trasmite pasa a la vida de los alumnos. Por eso el docente y todo el personal es educador, su presencia y actividad son observados con avidez, son formativos de por sí. Por eso lo que debe fortalecerse es su vida y compromiso espiritual, en su misma actividad escolar.
Como se viene sugiriendo, no es la propuesta una nueva materia, función o contenido extra, sino un crecimiento consciente de la propia actividad vocacional que de vigor y revitalice esa transmisión de vida que significa la educación.
– La educación es preventiva porque enseña a vivir en el mundo adulto a quienes son jóvenes o pequeños para hacerlo por sus propias experiencias (la adicción es un paliativo esquivo y destructivo por no saber qué hacer con la vida). Para eso hay que tener vida y en forma experiencial, madura y gozosa, confianza en sí, en el futuro y en los demás.
Eso no quita la especificidad del tratamiento del problema en el aula, pero como fruto del vínculo y trabajo mismo del aula que suscita un interés en el tema.
Trabajaremos un tema de salud, pero en la perspectiva espiritual cristiana. La salus, es salvación y salud. Es plenitud del ser humano y no solo no tener enfermedades.
– Por tanto, no hay “acciones preventivas” aisladas, sino una mirada espiritual que advierte, previene, y que impulsa un proyecto que considere el proceso educativo de promoción de la salud.
Prevención en adicciones no es tanto ni tan solo hablar de ellas, por el contrario, es trabajar en la promoción integral de la salud; que no es solo no estar enfermo, sino que es una situación de bienestar físico, psíquico, social y espiritual, que se construye a diario y que nos permite enfrentar los conflictos de una manera “sana”, desarrollar habilidades que permitan posicionarnos frente a la vida desde una manera sana y positiva.
Esto implica:
– Escucharnos a nosotros mismos (como adultos discípulos y maestros a la vez) en formación, oración, discernimiento; es la tarea de autoformación para poder ayudar al otro a abordar la misma experiencia y tarea. Dicha experiencia no es sino el vínculo educativo mismo con el que desplegamos el trabajo. Por eso es que prevenir en adicciones es también favorecer el aprendizaje de comportamientos saludables por imitación de lo que viven y observan en su entorno, sobre todo de los educadores, o por experiencia propia. La repetición de esos comportamientos llevará al hábito, a la costumbre, que facilitará el desarrollo saludable del niño y el adolescente.
– Conocer lo adictivo y lo adictivo en nosotros, para trabajar lo espiritual que previene en los que nos siguen. Advertir lo que nos puede volver cómplices de una actitud de este tipo, y lo que favorece el ser facilitadores de la actitud espiritual de crecimiento.
– Este proceso asegura su eficacia a nivel institucional si es:
- Participativo de toda la comunidad, de acuerdo al Proyecto Educativo Institucional (PEI) de cada institución
- Acorde con las necesidades del colegio y la comunidad.
- Continuo y sostenido
- Evaluable para corregir los métodos.
Trabajar actitudes y habilidades
Abordar la educación para la salud en el plano escolar significa, fundamentalmente, un nuevo enfoque para trabajar atravesando las asignaturas de cada ciclo, ya que es la prevención como actitud educativa la que adquiere sentido y la que mejor ayuda a lograr los objetivos planteados porque no atiende directamente al síntoma (sea consumo de drogas u otros), sino a combatir la demanda, anticipándonos en lo posible a las situaciones de consumo que van a tener que afrontar nuestros jóvenes. Prevención primaria. O incluso a mejorar y cambiar la propia situación cuando ya hubo ocasiones y situaciones de abuso.
Así el enfoque en cuanto a objetivos, es lograr la formación de actitudes espirituales valorativas por medio de la promoción para la salud; estos son:
- a) fundamentalmente valorar la vida
- b) el reconocimiento de la salud como un valor y una tarea que implica la valoración de la vida
- c) la adquisición de conocimientos y formación de actitudes saludables
- d) la participación activa en la mejora de la salud individual y colectiva
Además de proponer el desarrollo de hábitos, actitudes, valores, etc., será conveniente promover habilidades sociales que son de gran importancia en la prevención de las adicciones:
- Habilidades para resolver conflictos
- Habilidades para defender sus derechos
- Habilidades para hacer frente a la presión del grupo
- Habilidades para enfrentar a los mensajes contradictorios
- Habilidades para tomar decisiones
- Habilidades para elaborar criterios propios.
- Habilidades para valorar la diversidad como un enriquecimiento personal.
- Habilidades para crear contextos de equilibrio en las relaciones interpersonales basadas en la tolerancia, el respeto y el rechazo a la violencia.
- Habilidades para solidarizarse y cooperar en el bienestar de otras personas.
- Habilidades para respetar de forma crítica la diversidad.
- Habilidades para el diálogo.
- Habilidades para comunicarse adecuadamente: responsabilizarse cada uno de lo que dice, tolerar el desacuerdo respetuoso, llevar a la práctica la escucha activa.
Para ello, previamente los niños y adolescentes necesitan desarrollar habilidades básicas para:
- La escucha y
- La comunicación (emitir sus opiniones, expresar sus sentimientos y no actuarlos)
El conjunto de estas habilidades desarrolladas y consolidadas en un proceso educativo son claves para afrontar situaciones de riesgo y comportamientos vulnerables . Los riesgos de consumo están presentes desde la infancia hasta la temprana madurez, por lo que los programas han de acompañar cada una de los períodos evolutivos de los niños, niñas y jóvenes.
– Estos factores de riesgo, que manifiestan cierta vulnerabilidad en los alumnos son, entre otros:
- La baja autoestima
- La baja aceptación de normas de convivencia ( límites)
- La baja asertividad
- El ser muy influenciable, muy dependiente
- El deficiente rendimiento escolar
- La búsqueda de sensaciones nuevas
- La baja tolerancia a la frustración y/o espera (¡todo ya! )
- La poca constancia en sus emprendimientos
- El desconocimiento de la responsabilidad de sus actos.
- La incapacidad de expresar o enfrentar un conflicto y resolverlo saludablemente.
Sintéticamente, el desarrollo de las habilidades para una vida mejor se basa en el entrenamiento de las virtudes fundamentales que nuestra fe enseña y practica para enaltecer la libertad: justica a sí mismo y a los demás, templanza para educar el deseo; fortaleza para la adversidad y las frustraciones; y prudencia para el más simple y el más profundo discernimiento de las opciones.
Pero ¿cómo desarrollar tales actitudes y habilidades sino están consolidadas en nosotros, sobre todo porque su transmisión es vincular, aunque sea a través del trabajo en el aula (en sentido amplio)? ¿Cómo lograr una vinculación desde estas actitudes sin un ida y vuelta de tales acentuaciones espirituales entre docentes y alumnos? ¿Cómo trabajar con verdadero interés por las personas que tenemos enfrente, sino convocamos a sus padres y/o familiares para este nuevo enfoque?
A eso apuntan los distintos niveles en que dividimos nuestro plan, que deben interactuar entre sí.
– En la parte IV, desarrollaremos esta propuesta a nivel escolar propiamente dicho
I. Primero, la formación e iluminación de los directivos, docentes y personal todo de la institución educativa. –Nivel institucional-
Trata de la formación espiritual y actitudes pedagógicos que la institución (sobre todo, directivos y docentes) deben desarrollar para una mirada preventiva. Se tratará fundamentalmente de la prevención primaria
II. Segundo la implicancia directa de los alumnos y los lineamientos posibles a trabajar en la curricula. –Nivel alumnado-
Los núcleos fundamentales del desarrollo espiritual y cómo se despliega esa mirada preventiva general en toda la curricula.
– Finalmente en la V parte, abordaremos la participación y colaboración con la familia y la comunidad.
– Nivel padres o red de pertenencia, referentes y comunidad desde la escuela –
Se amplía el proyecto a los familiares, dada la importancia que en este tema tienen y la complejidad familiar de hoy. Para este nivel orientamos sobre prevención secundaria y terciaria, ya que son intervenciones que los involucra directamente a los padres o referentes.
Anexos:
Power P1: Promoción de la salud